martes, 5 de septiembre de 2017

UN BOXEADOR, UN HOMBRE COMPROMETIDO.



Quizás las personas sean de características presumiblemente similares según sus contextos y formación. Esta vez nos encontramos con quien representa una excepción a la regla, alguien que pudo transitar sus sueños y saltar a caminos alternativos para cumplir otros sueños, se transformo, se hizo así mismo y promovió su propio existir, ese que interiormente anhelaba. A través de sus concreciones otros se beneficiario y a su vez lo beneficiario existencialmente a él.
La muerte le llego de manera poco pensada para sus seres queridos, quizás mas esperada por él y sus circunstancias.
Alfredo Cortes, nace en Firmat a comienzos de la década del 30, en el barrio La Hermosa, sobre la calle Pbro. Manuel Alberti, casi Av. 9 de julio. Tuvo una infancia acompañada por sus hermanos, dos varones y una mujer, sus padres, y sus amigos del barrio.
A los comienzos de la década del 50 toma el boxeo como su deporte, como aquello que le brindaría un espacio de él, y el reconocimiento de su gente cercana, en especial de su familia, que según sus escritos, era una búsqueda constante.
Su recorrido boxistico comienza claramente en Firmat y la zona, aunque siempre su deseo fue ser reconocido realmente por otro público, es decir, el quería triunfar en la vida a través del boxeo. Por lo que me comentaba Comba, su gran amigo local y confidente a la distancia, su relación con su entorno cercano no era la que deseaba y mucho menos cuando se trataba de boxeo y en una de las cartas enviadas, Cortes muestra su flaquear ante este saber tan intimo, y aún sintiendo que estaba triunfando en otro lugar, no se sentía pleno sin el reconocimiento paterno.
Su vida puede sonar contradictoria desde el desconocedor del padecer que un deportista puede tener o sufrir, que sería una doble vía para ser o no ser. La neurosiquiatría a demostrado que algún patología subyacente en la persona puede ser elemento destacado en su desarrollo como ser social a través de algún actividad laboral, cultural o deportiva, promoviendo y empoderando su persona para cumplir un rol destacado en el mundo de relación.
Cortés claramente estaba dominado por un dolor embrionario que hacía que el boxeo fuera su fin en la vida, pues le brindaba el lugar en el mundo, lo acogía con cariño y lo dejaba ser, sin decirle o imponerle tal o cual valor, pues el ya lo tenía reconocido, introspectado, no era necesario repetirle las cosas
Ser boxeador  puede ser muy difícil, hay ejemplos por cientos en la historia del boxeo argentino, y él es uno de ellos que dieron su vida para lograr el objetivo, el gran objetivo de ser reconocido popularmente.
Cortés fue un humilde hombre que con su sencillo modo de ser tomo la decisión de dejar su tierra firmatense para buscar gloria en otro lugar, se fue al noroeste del país a boxear, ser lo que quería ser.

Tuvo su primer destino de Yuto (Jujuy) al noreste de esa provincia, en el mismísimo limite con Salta sobre la ruta nacional 34, donde vivió en una pensión donde sus dueñas (según cuenta en una carta enviada a Comba) lo querían como un hijo, tanto que casi se casa con una de ellas. Allí logro su clasificación para representar a Jujuy en el campeonato “Guantes de Oro” en 1954, siendo auspiciado por la municipalidad de Yuto, evento considerado el más importante del país en lo que a boxeo refiere en aquellos años.
Luego paso a Formosa, donde vivió en Pozo del Tigre durante un tiempo hasta que a comienzos del 55 le llega la oportunidad de pelear con el campeón paraguayo René Carreras, con un empate, que lo puso en el candelero y en el consciente de los aficionados paraguayos. Tal es así, que en su próximo combate, los hinchas lo sacan en andan, con tan mala suerte que en un mal movimiento lo dejan caer y pega su pecho contra una butaca quebrándose 2 costillas. Estuvo varios meses “envuelto” como relata en otra carta, hasta poder recuperarse.



Un vez recuperado, no sabemos en que estado, regresa a la actividad ya viviendo en Asunción del Paraguay, donde se cambia sus nombre originales por nuevos, dado que los promotores no querían que lo reconocieran como profesional, querían que siguiera siendo amateur y poder inscribirlo para los clasificatorios a los Juegos Panamericanos de México. Algo que evidentemente no pudo ser, dado que dejo esa tierras para buscar nuevos rumbos, y siempre con su dolor a cuesta.
Rubén Comba, a quien Cortés dirigió sus cartas aquí en Firmat, nos cuenta que sus días terminan viviendo más aventuras, pues fue concejal en un pueblito de Formosa, donde se dedico a luchar por aquellos que tanta necesidad tenían de una casa digna y esto lo llevo a su desaparición forzada, tanto que sus familiares fueron amenazados cuando intentaron reclamar el cuerpo de Cortés.
Nunca más se supo sobre el tema , que siempre quedo oculto e inexistente para el común. Hoy recordamos al boxeador firmatense que quiso encontrarse con si mismo, ser y existir con absoluta libertad, lo que podríamos llamar un HOMBRE LIBRE.

YO, BOXEADOR

Soy quien, al sacarle el banquito
queda solo, absolutamente solo.
Aquel que solo, afronta su realidad,
elegida y para la cual se entrena.
Soy quien asume, solo, victoria y derrota
pues nadie me reemplaza.
Estoy solo sobre la lona, parado o caído,
cuasi abandonado a mi suerte.
Suerte o verdad, asi es el boxeo,
asi lo llevo dentro y así construyo mi vida.
Soy boxeador, nada más y nada menos.

        HEBP                     

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